Rutina, por Eztrummer

domingo, 20 de abril de 2008 |

Camino por pedazos de cielo
prendiendo fuego a mis venas
al Viento le pierdo el respeto,

a veces sale el sol entre tanta niebla
aunque mi corazón sale del barro
mi sirena sigue varada en tierra.

"la sonrisa perdida
mirada al vacío
desfallecen mis piernas
al compás del hastío
un viento caliente
anida en mi cabeza
muerto el silencio
no sopla más brisa"


Los músculos se tensionan al
oir los acordes de la locura, siento
que en mi nace la tempestad

mi garganta ruge en silencio
viendo frente al espejo la verdad
ahogo, entonces, la cabeza en el suelo.



Un sudor frío recorre mi espalda, estoy tiritando de frío y de soledad. Aquí en mi isla vacía voy escupiendo trocitos de mi interior y los pierdo por momentos, aunque se que volverán para atormentarme; quisiera mandarlos al carajo pero no puedo porque son míos, los llevo dentro. Nadie elige lo que es, sí lo que quiere ser, y es entonces cuando tiene que empezar a escoger entre lo que ve, lo que hay y lo que puede tener, y con esto llegan las alegrías y los fracasos, los triunfos y las penas. Yo, en este momento, paso de triunfos y fracasos; solamente necesito algo que comer, un sofá con su braserito caliente y, a lo sumo, una bolsa para esputar. Puede que sea pedir mucho por mi parte pero en esta vida todo depende de como lo mires: puedes tener un coche o un buen coche, estar con una tía y quererla, vivir o subsistir; pero sobre todo, tu y yo lo sabemos, puedes chutarte por última vez o que esta sea la última vez que te chutas. Yo veo las cosas como las veo, supongo también que como me gusta verlas, y tu, pues lo mismo, pero diferentes. Y así vamos. A por la siguiente dosis. Ya esta aquí...

Felicidad, Taché & LeMarek

May llevaba 17 años buscando el sol entre las nubes. Aunque, de algún modo, podía permitírselo. Su condición de mendigo le preservaba de todas aquellas obligaciones a las que uno cree que debe de aferrar su alma. A diferencia de otros iguales que él, May intentaba llegar temprano al comedor, excepto cuando la triste noche le empujaba a olvidar y la bebida le convencía de que era una locura ponerse en pie para intentar creerse una persona que aún no había tirado el resto de su vida por la borda. Pero él se esforzaba y pretendía no acabar en “el charco”. Aquel mendigo que vio hace años fue lo más duro de engullir de toda su vida. Hacía ya siete años de eso y siempre que cerraba los ojos en la penumbra lo recordaba. El cuerpo huesudo servía de putrefacto cóctel a los perros que, también mendigos, escapaban a la muerte con un mínimo de carne engullida. Con los ojos bien abiertos May contempló paralizado la escena. Dio un paso atrás y no se atrevió a apartar la vista del cuerpo. Su mente estaba masificada de versos piadosos y el pedía, impaciente, una explicación. El resto de sus días estaban condenados a ser de los más tristes en su, ya de por si, triste existencia. Ahora su mente estaba ocupada con un itinerario de almas degradantes que rezaría por poner a salvo. Él, desde fuera, podía ver el efectivo resultado de las jeringuillas que transforman el placer en dolor, de la soledad de quienes creen estar acompañados, de los jóvenes que han cortado sus alas para pasar a pie por el océano. Odiaba el peligro al que continuamente estaba expuesto y no había manera de hacerlo desaparecer. Él no podía encontrar un trabajo, tampoco un hogar que no fuese para los de su misma especie, ni siquiera podía encontrar un amigo. Uno de esos por los que serias capaz de emprender el mayor viaje por tus adentros. Para eso no hay billete de vuelta. En ese momento comprendes el significado de ciertos conceptos que durante toda la vida no han dejado de ser más que un adorno para las otras. A May no le gustaba soñar, cada noche rezaba por no hacerlo sin caer en la cuenta de que el mismo hecho de rezar es una especie de sueño. “Los sueños son y serán por siempre una tortura. Dejan el alma extasiada, débil y susceptible a cualquier despertar ardiente en deseos.”

Serg&0

Sucede a veces que un texto vuelve a salir del cajón de sastre donde reposan los recuerdos. Sucede que vuelve para recordarte a María, que me dio la posibilidad del exilio en Málaga, desde donde escribí estas líneas. Sucede que vuelve Pablo a la mamoria, para honrar al primero en mostrar sentimientos ante banales palabras.

Recuerdo lluvia, mucha lluvia, entre Not Walking y Not Stop. Recuerdo imágenes, palabras, abrazos, lágrimas... Hasta que llega un momento en el que apenas recuerdo nada. No recuerdo...


Not Walking


Cumbre entre nieblas, Andrew LeMarek. 2006


[Sucede que me canso de ser hombre...] Neruda, “Walking Around”.


Sucede en ocasiones que no sabes a dónde ir, hacia dónde dirigirte; no sabes a quién recurrir en esos momentos en que el mundo se derrumba a tus pies y sientes esa penosa mezcla de indiferencia e incertidumbre. No sabes hacia dónde dirigir tu mirada cuando delante se cruza alguna imagen que no quieras ver, algo que recuerde lo que pretendes esconder en el olvido.

Ocurre a veces que no encuentras el horizonte, que tus aspiraciones se difuminan a los pocos segundos de ver la luz. Momentos en los que la única esperanza es ver pasar los días, descontar 24 horas del calendario de la vida cada vez que cierras los ojos para dormir. Observar el mundo sin más ilusión que esperar que llegue el día en que todo cambie, sin hacer nada por conseguirlo, sin metas...

Puede ocurrir que te sientas abatido, que creas que la vida es un castigo merecido, que parezcas irrelevante en la inmensidad de un mundo creado para ellos, donde tu opinión no opina y tu palabra calla eternamente. Observas por la ventana y ves un universo tan infinito que tu presencia no luce y tu ausencia jamás será objetada, por nadie. Te sientes triste.

Sucede que sientes que ya lo has hecho todo, que no quedan objetivos por cumplir, y que los propósitos alcanzados no son suficientes para dejar huella en ese universo infinito. Sucede que te sientes vacío por dentro y absurdo por fuera. Crees haber malgastado esfuerzos inútiles en creer a los demás, en hacer felices a quienes ahora te vuelven la cabeza y te dan la espalda. Piensas en viejas canciones; antes himnos, ahora palabras vacías arrastradas por el viento, promesas incumplidas, mentiras eternas. Observas con resignación a quienes antes decían ser tus amigos y ahora te miran por encima del hombro. Incluso puede suceder que alguno intente cegar tu imagen para que la conciencia no lo obligue a acercarse, a preguntar por tu esperanza, a enmascarar su displicencia.

Ocurre en ciertos momentos que tu amor se ve desagradecido, que observas impotente cómo quizá le das demasiada importancia a los demás, cómo el error es depender del amor de las personas amadas. Sucede que el odio es un arma desconocida para ti, que no sabes usarlo ni encajarlo cuando la corriente te lleva al borde del abismo. Te das cuenta de que realmente el odio es un valor, importante valor humano.

Sucede que te hundes en un infierno de ansiedad y de ceniza, que te aterra el olor a soledad del precipicio, que no puedes curar la herida abierta por el quiebro y cubierta de vinagre y sal por el olvido, que hoy no puedes agarrarte al brazo de quien ayer te ofrecía su vida. Sucede también a veces que al tragar saliva aparentas devorar tu fantasía, que poco a poco se va rompiendo el puzzle mental de la sinrazón, que observas aterrado la evaporación de los sueños anhelados.

Sucede que la vida te azota sin compasión dejándote vivir día a día, que incluso te atreves a plantarle cara, a desafiarla…


[…No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero cuando la lluvia cae sobre el Botánico
aquí se quedan sólo los fantasmas.

Ustedes pueden irse.
Yo me quedo.] Benedetti, “A la izquierda del roble”



Andrew LeMarek, abril 2004

El Grito, Eduard Munch


Como siempre, mis ideas y venidas a este gran texto que se construye sólo poco a poco. Pero ya no tenemos dieciséis años, y las semanas pasan cortas sin dejar un mínimo resquicio para poder disfrutar las horas como tales. Ahora son minutos…

Cuatro meses tras mi salida definitiva de Grenoble. Cuatro meses. Y sigo sin estar del todo hecho a mi vida aquí. Mi vida aquí, a veces sigo aquí viviendo, pasando los momentos y me parece que todo funciona, todo sigue como antes, como si yo aún no estuviera aquí y tan solo fueran mis ojos los que observan lo que sería mi vida sin mí. Pero yo ando por estos lugares… es una sensación rara de soledad. Soledad que se hace muy patente en grandes momentos de desgana personal, normalmente acompañados de miles de pequeños empujones que intentan moverme en una dirección, en la que manda el viento… en donde yo no soy capitán.

¿Quién sabe como moverse en cada situación? ¿Quién puede sacar el máximo partido a lo que tiene delante? El mundo que te rodea está en continuo cambio, en continua evolución, en muchos sentidos a la vez… y tú estás en medio, sin saber a donde mirar, cogiendo cosas de aquí, de allí, llevando de un sitio para otro experiencias, muchas de ellas sin sentido… algunas muchas veces sin realmente disfrutar lo que estás haciendo… otras, en cambio, recreándote sin parar en detalles ínfimos. Es lo hermoso de la vida, es lo bonito de soñar. Es hacer una realidad distinta a la que había, cogiendo los ingredientes de un pasado, de unos recuerdos, de muchos sueños.

Sueños que configuran un mundo. Porque el mundo está lleno de ciudadanos. Ciudadanos con sus pequeños sueños, y muchos de ellos se cumplen día a día. Configuran el mundo. Todos buscamos algo, aunque no sepamos llamarlo por su nombre, y un día, se cumple. Hace que cambies, que todo cambie, que aumente la felicidad, aunque sea por un instante. El mundo que vemos no es más que la suma de pequeños sueños cumplidos. También decepciones, en el otro lado de la moneda. Pero siempre tendemos a evitar tener en cuenta esos detalles que no te dejan sonreír. Cuando nace una sonrisa… cuando detrás de esa sonrisa estás tú…

El mundo no frena. No te espera. A veces alguien desde el tren te lanza una cuerda para que puedas deslizarte como Tarzán, de un vagón a otro. Momentos flotando alrededor, sonriendo, disfrutando el momento. Luego cesa, y tienes que seguir corriendo al lado, para no perder lo que quieres. Para encontrar lo que amas. Para ser tú mismo. Y cuando consigues entrar en el vagón, todo se hace de una manera más relajada. Pero claro, no olvidemos, el tren va en una dirección, tú la escogiste, pero cambiar el rumbo es harto complicado. Las vías están ahí, trazadas. Y en el vagón del tren siempre van los mismos ocupantes. Caras que cambian en algunas estaciones. Clásicos que siempre estarán. Es increíble lo que puedes sacar del que lleva tanto tiempo haciendo el mismo recorrido, de ida y vuelta. También de los que se acaban de subir y te cuentan como son otras líneas, otros paisajes. Otras rutinas. Y la vida en el vagón sigue surgiendo… monótona… con sus pequeñas dosis de sobresalto.

¿Sortir ou rester?
”yo me quedo en casa… lo de fuera no me interesa…”

En estos momentos no soy capaz de adentrarme dentro y ver qué necesito. No veo clara la opción huida de nuevo. Tengo que comenzar aquí, hacerme fuerte, aprender muchas cosas aquí ahora. Sevilla me está ofreciendo muchas posibilidades y tengo que aprovecharlas… pero es salir… ya no es sólo currículo, que nunca lo fue, sino cambio. ¿No he tenido suficiente? Dudas, clásicas. Quizás lo mejor sea quedarse.

Y no olvidemos el Amor. Hoy bien, fuerte, mañana, no te puedo asegurar nada. Que seguimos con lo mismo, no. Que cambiamos de manera radical, tampoco. He hecho progresos. Ha sido duro. Es duro.

“…tan, tan… llaman a la puerta otra vez, ya va, ¿quién es? Fui a abrir, y se coló en mi casa un amanecer… joder, ¡qué bien!...”


Autor: Taché, Sevilla

Sueños de Mar, LeMarek


“Pipipiiií, pii, piiiii… Pipipiiií, pii, piiiii…”

Despertar. No de un profundo sueño donde tus palabras callan y tu mente no deja de girar… No de una pesadilla donde corres angustiado sin saber cuál es la última parada. Despertar quiero decir golpear con fuerza tus sienes sintiendo que algo ya no tiene sentido. Que la desconexión fue un éxito y el sueño triunfó sobre la dureza de un mundo cada vez más desorbitado. Despertar quiero decir, sin más, despertar.

Alguna vez, hace mucho tiempo –quizás no tanto- me propuse romper con la fragilidad de mi mente. En mi amor propio quise encontrar la verdadera realidad de mi existir humano y en mi caparazón de cota de malla quise descansar de angustias que eran ya casi un candado a la desesperación.

Lo alcancé. Logré llegar a ese punto culminante de indiferencia hacia esas nubes de humo negro que en días alternos alteraban mi existencia. Conseguí despojarme de aquella estúpida sinrazón y asomarme a un precipicio aún con menos sentido que todo aquello. Vistas hermosas, una sensación de inhalar energías de cordón umbilical a cada paso. Una carne de gallina capaz de conquistar al más sumiso. Un verdadero trago del agua en el manantial de la eterna juventud.

Y, de nuevo, nuevo como nunca, un día te da por sacar la cabeza, por retirarte de ese precipicio que tomado con cautela puede ser francamente estimulante. Como un estupefaciente secreto que crece en nuestros corazones sin más propósito que hacernos un poquito más valientes.

Ahora, que ya no sufro si no encuentro el sentido. Ahora, que no me preocupan las pequeñas miserias del día a día. Ahora, que no salgo más que a dejarme sorprender por los detalles más insospechados. Ahora, que ya me cansé de no pensar más que en el arte de sobrevivir. Ahora, que sólo lucho por vivir. Ahora, despertador de sueños…


“Pipipiiií, pii, piiiii… Pipipiiií, pii, piiiii…”



Andrew LeMarek


Barcelona, 24 de noviembre de 2007



Fotografía: Javier Vallas
www.javiervallas.es




Es el desgaste
el que empuja mis piernas,
es el viento que las mueve,
el que conduce mis pasos
al último tren sin destino.
Los raíles no aguantarán
tanto peso, se partirán.
Las magras enjutas,
curadas por el olor de la calle,
endurecidas ante la desventura,
solidifican la endeblez
de este jodido talle. Y será
el fulgor mi combustible, y será
la muerte el final. Todo
empezará de nuevo cuando
no se pueda respirar.
El rayo ha entrado por la ventana
y va a ser difícil ke salga.
Malditas ideas de borrachera,
suerte de pensamientos incomprendidos,
los que han traído akí tus celos,
tus miedos, la ira.


Joe Eztrummer
Enero 2008

La Noche Estrellada, Van Gogh


Hay luz afuera…llega hasta el borde de mi cama, de manera que veo mis pies al final. El haz de la luna atraviesa mi habitación, un haz estrecho, más si cabe por los barrotes que obstaculizan el vano de la ventana… la única que hay. No recuerdo si llevo mucho tiempo en vela. Bebo un trago de agua y sentado en el filo de mi cama hago un esfuerzo por escuchar la vida. Grillos que ensordecen los oídos de tantos y violan la pesadez de otros. El silencio al fondo… el silencio te hace humano…casi pienso que no debería existir. Sin embargo, siento que es lo único en esta vida que te invierte para que seas tú.

En otras circunstancias me costaría acercarme a la ventana de mi habitación, pero hoy no hay circunstancias…y si la hay… lleva siendo la misma desde que llegué, de modo que soporto la contradicción y respiro hondo, una bocanada de aire fresco que al entrar en mis pulmones se mezcla con el calor que mantiene vivo mi odio, mi pesar y al suspirar se vuelve un elemento inerte más de esta celda. De este modo, lo único que me hace estar vivo es el silencio de afuera. Ahora sé porqué me apoyo en el alfeizar de la ventana del salón todas las noches de verano que me encuentro en casa. Es el silencio el que te hace sentir humano. Aunque… si no fuera por el frescor de esta noche y por el tenue color que invade lo que sólo la luna y aquella farola iluminan, mi humanidad no sería la misma. Sería una especie de animal ansioso, embaucado en una espiral de pensamientos sin el juicio de la vista y el olfato. Por instantes me mezo con la brisa, salgo de la celda y piso la hierba descalzo, sintiendo el cosquilleo de las largas briznas en mis piernas…incluso se eriza el vello de mi piel al sentir el roce de la delicada madrugada contra mi espalda húmeda. Tengo que cruzar los brazos sobre mi torso, con las manos a la altura de los bíceps, acariciándolos…me fundí con la sombra, la noche me hizo una vez más brisa, me hizo de todos el silencio, me hizo grillo, etérea luz y tiempo. Mi cuerpo funciona al igual que los orificios de un instrumento de viento y entona la exacta sinfonía, entona el susurro de la libertad y mi corazón agitado vuelca su grito como una honda percusión, como el sonido de un tambor en la abismal profundidad del océano. Danzan todos los recuerdos, se invitan unos a otros… Si podemos sentirnos libres tan sólo unos instantes, quizás podamos conseguirlo para toda la vida. ¿Cómo no puede el hombre sentir toda esta fuerza tronando, dejando caer sobre la humanidad la ineludible decisión de sentirse parte del mundo?...



Elegimos no formar parte del mundo en el mismo momento que escogemos el camino equivocado, en el mismo momento que obviamos la parte de mar, tierra y aire que compartimos…el momento en que hacemos daño desde la pequeñez como letal aguijón. Dame una razón para ello, dame sólo una razón por la que el hombre despierte sólo, por la que desprecie el amor y se vea obligado al peligro de no sentirse vivo como yo. Para cuando la humanidad muera, seremos el silencio…el mismo que me llevó a sentirme brisa esta noche… para entonces, todos padecerán felices, pues sentirán con gran énfasis por última vez en esta vida, que mejor parte del mundo que individualmente aislado de él.


Autor: Sergio

Foto: "Luz", Manolín


Postrado en su sillón, esperando que alguien le invite a salir de su incómodo caparazón de amargura y sinsabor; víctima del tormento de la pasada guerra de desamor que en su día se convirtió en su fiel compañero de torturas. Con aspecto desaliñado y repelente, algo cansado por noches enteras sin conciliar el sueño, de días malditos tumbado en su viejo sillón de eskay, su viejo sillón azul. Pero los días pasan…

Atormentado, al borde de la locura; rodeado de cajetillas de tabaco vacías, de los restos de alcohol de noches tristes y aciagas, esperando quizás poder encontrar algo de alivio y compasión en el color verde de la botella de Cutty Shark. Pero la barba crece y su ausencia no es observada por nadie, ni vecinos, ni familiares… El teléfono no suena. Su maldita previsión está cumpliéndose, sigue solo en casa. “Una casa demasiado grande para una sola persona”, se dice a sí mismo, mientras enciende otro cigarrillo.

Hunde sus manos en su desgreñado cabello, se lamenta por no salir a buscarla, pero la cruel espada de la inseguridad no lo permite. Y siente un dolor intenso que no hace sino aumentar su agonía. Y el teléfono no suena…

El tabaco se acaba; lento va abriendo otra botella verde de alcohol: parece al fin haber encontrado un amigo fiel. Pero lo devora. Vuelta a la desesperación. “Quizá otro día”, piensa.

Pero son muchos los otros días que pasan. Sus ojos cada vez enloquecen más a la ventana, buscando un utópico indicio de su futura libertad. Sin embargo, aquel incómodo sillón es lo único a quien mostrar su desesperanza. Se retuerce en él, se tira del largo pelo, algún cabezazo suena en la pared como la señal de ejecución del sangriento verdugo. Quizás el último puñetazo haya colmado sus ansias de vivir, de disfrutar…

Su última visión fue ella, la fotografía, cruel y perversa como el tirano que inicia la guerra. Respiró hondo, suspiró y soltó la última lágrima que aún le quedaba. “Este último llanto no se lo merece; lloraré mi muerte”.

No pudo celebrarse el entierro, llevaba ya varias semanas inerte cuando lo encontraron. Nadie se molestó por ello. Ella tampoco.



Andrew LeMarek, fecha incierta.
Acabo de rescatar de mi baúl literario esta anécdota que da buena fe de mis primeros días inventando maneras de escribir. Allá por el año 2000, una joven de ojos azules me incitó a no abandonar esta afición que hoy día ocupa gran parte de mi tiempo libre. Por eso, aunque esta historia nada tiene que ver con ella, quise recordarla tal día como hoy.

Escalera al cielo, Andrew LeMarek


Mis huesos irán a parar a una caja de pino acolchada, cerrados en la oscuridad serán guiados por los hombros de mis amigos hasta el fuego. Habiendo bebido anteriormente de una botella de “bourbon“, en mi honor harán tragar el licor hasta sus vientres. En la más estricta intimidad cada uno de ellos me hará réquiem en su memoria. Horas después de mi transición se reunirán todos en torno a una mesa, quizás en alguna casa, quizás en la mía, quizás en un bar. Cada uno de ellos habrá jurado. Que en compañía suya he pernoctado, que el alcohol y el humo regaron por igual nuestras mentes, su más querida suerte fue la mía, la de los míos, que en su tiempo libre fui ocupante de su pasado y como tal les pertenezco. Habré sido como el perro que ha comido de las sobras, que digiere la misma carne que su amo.



“¿Porqué pedirle a otro que mate un caballo que es tuyo?”



Autor: Sergio

Hablar de la inspiración no es de lo mejor que puedo hacer. Quizás debamos recordar todos un momento en el que nos sentimos inspirados y a partir de ahí crear una escenificación propia para describirlo. Por ejemplo, según el diccionario, la inspiración resulta del singular y eficaz estímulo que provoca en el artista la producción de algo como casi sin esfuerzo. Como algo que no se ha pensado y que encaja a la perfección en el momento, el sitio y la mente adecuada. Para el sujeto inspirado, todo su alrededor goza de inercia; y confunde la belleza con la subjetividad de la suya propia. Por un instante experimenta la visión general y bilateral de los colores, las palabras, los movimientos, etc. sin una ética reguladora que le haga pensar que se ha equivocado, que ha proyectado mal la parábola. De todos modos, la inspiración no pervive eternamente, ni tan solo existe más de una semana, un día, unas horas, unos segundos…de todos modos, la inspiración previa e inicial hace que el resto de la ejecución parezca una genialidad. De hecho, puede que así sea para el resto de personas que observen, escuchen o lean una obra producida con un cierto ápice de inspiración. De otro lado está el objeto digno de la praxis inspiradora. Bien un llano de verde pasto, bien un árido y ondulante desierto, bien un desgarrador poema…son herramientas que provocan, y a la vez potencian, la calidad con que el artista inicia, con maestría, su obra. Pero no en la mayoría de casos la inspiración la produce una herramienta externa. En este caso, habría que hacer una diferenciación del término. Nos encontramos a veces con la inspiración externa del sol, del cielo, del olor a azahar, de un rostro, de una conversación, etc. También pueden funcionar en ese ámbito una canción, una escena cinematográfica, un título; o el mismísimo párrafo de una novela ya publicada. Son útiles cuyo majestuoso poder solo captan las mentes menos aburridas. Pero ya nos hemos referido a ellos como provocadores y potenciadores de un estímulo que por sí solo existe, eso sí en consonancia con algún elemento del exterior donde se materializaría, pues sino habría de llamarse sentimiento. De hecho, la inspiración es un sentimiento que necesita ser contado; y que hasta no hacerlo no se realiza y por lo tanto no existe tal y como ha sido creado, con toda su fuerza y magnitud. Pero…está en nosotros, en todas nuestras cabezas, en nuestras manos. Necesitada de un espejo que compatibilice lo que hay dentro y lo que hay fuera, la esencia y la apariencia. Pero sólo por unos segundos…Sólo por unos segundos se unen y uno no se siente aturdido por el impacto de la realidad apática. Quizás por ello la inspiración es pura y mera casualidad.


La inspiración innata, como acto que llega a ser potencia. Es la calidad de toda una relación de objetos y sentidos en el interior del mismo sujeto. Por ejemplo, el artista ya consagrado no puede inspirarse, sencillamente porque él mismo y su manera de expresarse son la inspiración en potencia; y en todo caso funcionan como objetos inspiradores, por ello mismo son Artistas. De hecho, es su ventaja: saber captar, focalizar y expresar su sentimiento. Cuando alguien habla sobre su falta de inspiración, no es ésta la que escasea, sino el sentimiento de poder contarla, divinizarla y materializarla, siendo ésta última la única prueba de que existe. Puede que se le llame inspiración a ese arrebato de virtuosidad que genera cosas sin esfuerzo. Pero no siempre la inspiración implica calidad. Es innegable que un artista del rango de Miguel Ángel, Dalí o Van Gogh (por citar algunos) ejecute con maestría una obra. Es innegable que estén bien hechas, pero es discutible su universalidad como fruto de la pasión de todo el género humano. Igualmente William Blake, Caspar David Friedrich o Gustave Moureau pudieron estar equiparablemente inspirados, pero no por ello sus obras se corresponden con el significado de belleza de otras. Así, no tiene por qué implicar la necesaria calidad que uno imagina cuando se le dice “estoy inspirado”. De este modo ¿Se podría decir que todo el género humano está inspirado, o que tiene la capacidad para ello? Bien podríamos decir que sí. Es cierto que no todos estamos inspirados, porque aludiendo a lo anterior no es algo latente y duradero, pero en algún momento los más hábiles hemos tenido la oportunidad de sentirlo, de saborear el placer y el regocijo que nos brinda el hacer cosas con la más absoluta certeza de que existen. La inspiración es ese flujo que acude sin haberlo buscado y que desaparece sin haberlo deseado, dejando en manos de la subjetividad su consenso.


Escrito por Sergio.
Sevilla, marzo 2008


"Hay diferentes tipos de imitaciones:
A algunos artistas les empuja la necesidad,
la falta de talento. Creen que resucitan
su propia llama en la obra de arte y a eso
lo llaman inspirarse".
Joseph Anton Koch.

Sal, pequeña grandeza
que te muestras innoble,
innoble pues sin nobleza
ni entereza te escondes.

Entra, crepúsculo ajado
sin virtud mas con pecado,
pecado sólo de haber estado,
sin quererlo, encadenado.

Sal, miserable estampa
del tormento del guerrero,
guerrero de sucia espada
y caballo sin aliento.

Entra, noche de tinieblas,
y arropa con tu voz mi llanto;
llanto que por su belleza
vuelve loco al cortesano.

Decidme, oh señores del ocaso:
¿acaso no mienten las virtudes
y engañan los modales refinados?

Responderéis abochornados:
sólo quisimos escapar de lo que fuimos;
esclavos sin cadenas, amantes maltratados
.


Barcelona, 2008

Fuego, LeMarek


Verterse del todo en el recipiente de la situación y rebosar de tanto añadirse. Escapar de la graciosa angustia con un poco más de ella. Derramarse por el exterior y mirar a través del prisma cuando pasa y pasa el tiempo…Formas de hacerse esclavo del sentimiento, formas de emanciparse de ellos…Con un poco más de tristeza escapas de la melancolía y quedas en manos del vacío de no sentir en absoluto, con un poco más de júbilo vislumbras el final de una agradable sonrisa y quedan ocultas todas las razones que te hicieron arquear los labios. Con una sola bocanada más de soledad llegas al final del pacto entre tú y el tedio creyendo ser el hombre más rodeado del mundo. Un beso más y congelas la situación…un beso más y el amor empieza a parecer un contrato. La delgada línea de la satisfacción y el hastío…separada por el mismo ingrediente…por un poco más de ello. Quizás nuestra muerte se deba al deseo de vivir con tanto aprecio…quizás nuestra muerte llegue antes debido a la curiosidad de no tenerla presente. Es la llama más ardiente la que se consume igualmente pronto, es la intención por respirar todo el aire del mundo la que hace que asfixiemos…son las ganas de soñar las que nos despiertan antes en la madrugada, débiles y susceptibles. Es el hombre que más siente el que se dirige antes a su fin, abarcándolo todo y apenado de que su cuerpo no remedie el poco espacio que dedica al deleite.